PERSUASIÓN vs MANIPUACIÓN



¿Persuadir? ¿Convencer? ¿Manipular? Cambiar la opinión de otro individuo es algo usual; de hecho, estamos habituados a que se cuestione nuestra opinión día a día. Cada vez que manifestamos públicamente nuestra opinión con respecto a un tema determinado en situaciones tan triviales como lo son la compra de una Pepsi en vez de una coca cola, o el esperar con más emoción el próximo programa de Master chef que el de  Gran Hermano, hay alguien dispuesto a arquear la ceja, alzar el dedo índice e intentar derrumbar nuestra postura con pomposos argumentos que no hemos solicitado.
Ese contraste de opiniones, que es un mero enfrentamiento en el cual cada una de las dos posturas pugna por demostrar su supremacía frente a la otra, no suele llevar a ninguna parte. Es decir, como es lógico, no dejaremos de beber Pepsi porque un gallito entrometido nos intente convencer de que la Coca Cola es mejor.

Para que nuestra opinión y nuestra actitud se vean afectadas por lo que nos diga un tercero, deben darse una serie de factores que varían según el autor que consultemos. Suele ser un denominador común, sin embargo, el factor del interés, y el de la comprensión. Al aceptar y comprender la otra postura somos más propensos a modificar la nuestra, mientras que si reiteramos que nuestra perspectiva es correcta y que aquellos que nos llevan la contraria cometen un grave error, nuestra opinión será más hermética que la muralla que Trump planea construir alrededor de los Estados Unidos. Así, al tener una actitud abierta, podremos ser persuadidos. Ahí radica el sentido de la persuasión: para que se dé ha de haber no ya una predisposición a escuchar, sino, para empezar, una consciencia de que se nos está persuadiendo. Este es el caso de la publicidad y de los vendedores, nos asedian con anuncios y argumentos para persuadirnos de que compremos sus productos y contratemos sus servicios, y podemos pararnos a escuchar y acabar comprando o hacer oídos sordos y eludir dicha compra; es nuestra decisión.

Si quitamos el factor de la voluntad propia, aparece la manipulación. La diferencia entre ambos conceptos se reduce a la posición de autoridad de ambos dialogadores. En persuasión, como ya hemos visto, ambos sujetos interactúan de igual a igual, pero en manipulación la cosa cambia. Como bien dijo Punset en el programa que dedicó al lavado de cerebro en su documental “Redes”,  para que se dé manipulación ha de haber una figura autoritaria que someta a la otra, imponiéndole su criterio. Así, abusando de su poder, un individuo puede ser capaz de controlar los actos y las opiniones de otros seres humanos que lo obedecen y siguen sin cuestionar su liderazgo. Además, como dijo Van Dijk en su artículo de 2006, en el cual trata el aspecto social, el cognitivo y el discursivo de manipulación, la persuasión es lícita dado que el receptor sabe que ha sido persuadido mientras que en la manipulación, no es consciente de haber sido manipulado, y por tanto es ilícita.

En el ya citado documental de Punset se relata un experimento realizado en la universidad de Yale a principios de los años sesenta, cuyos resultados probaron que 2 de cada 3 sujetos obedecerían a una figura de autoridad hasta el punto de poner en riesgo la vida de otro ser humano. Ello podría explicar el porqué de la obediencia ciega de la mayor parte del pueblo alemán a la figura de Hitler.

Tras reflexionar sobre estos dos conceptos para intentar conseguir entenderlos en su totalidad y explicarlos de la mejor manera posible, caí en la cuenta de que las películas de Disney de nuestra infancia están plagadas de ejemplos de manipulación. Si intentamos recordar a los villanos de dichas películas de animación, recordaremos también otros personajes que arropados por su sombra aguardan una orden mientras los miran con admiración. Estos son los siervos, el personaje que obedece ciegamente las órdenes del antagonista. Al igual que ocurría en el nazismo o en el imperio de La Guerra de Las Galaxias, las masas siguen a un líder, acatando sus órdenes y dando por válido su mandato como si fueran robots o máquinas o, en palabras de Punset, como si les hubiesen lavado el cerebro.
El ejemplo de las películas de Disney nos sirve también para ejemplificar un dato muy importante respecto a la manipulación: ¿cómo acabar con ella? La respuesta es el espíritu crítico. Cuando la persona sometida despierta de su estupor y cuestiona por primera vez lo que el tirano le está ordenando, empezará a razonar y a partir de su propio razonamiento decidirá libremente si desea obedecer. En el caso de los clásicos ya citados, ni Lefou cuestiona a Gastón en la Bella y la Bestia (1991) ni el Señor Smee lleva la contraria al Capitán Garfio en Peter Pan (1954), tanto es así que Lefou encabezará al pueblo en el asalto al castillo del final del largometraje y Smee protagonizará una escena de gran comedia en la que debido a su obediencia ciega al Capitán Garfio es toreado por Peter Pan, imitando la voz del susodicho caudillo naval de bigote espigado, y el propio Capitán, cuando uno le ordena que libere a la princesa india y el otro que la ate a un peso muerto y la abandone en las aguas de la laguna.

De hecho, hay un detalle muy interesante  en el personaje de Lefou que me gustaría resaltar. En una de las canciones de la película, Gastón, tras trazar el plan que lo llevará a sus esponsales con Bella, le dice a su siervo, ya llevo un buen rato pensando, a lo que este responde: es muy peligroso (pensar). Esto sale a colación del espíritu crítico porque demuestra que Lefou asocia la idea del razonamiento con el peligro dado que probablemente Gastón le haya grabado a fuego esa asociación en la mente para que a éste nunca le dé por tener ideas propias y por acabar rebatiéndole en algo. Ninguno de los dos personajes previamente citados muestra actitud crítica y por tanto ambos obedecen sin chistar, demostrando su sometimiento al líder. Sin embargo, al final del Rey León vemos una situación en la que los siervos cuestionan la autoridad del líder y se vuelven contra él: las hienas descubren los planes de Scar y actúan en consecuencia, atacándolo todas a la vez y masacrándolo.
Considero que Disney ha hecho un gran trabajo en ese aspecto, puesto que de forma subliminal comunica a los niños que la manipulación es algo malo, dado que la asocia con la figura de los villanos de sus películas. Además, paradójicamente, en este proceso, ellos mismos están haciendo uso de la manipulación.

Concluyo, después de meditarlo bastante, que a pesar de que debería mantenerse la autoridad de aquellos que tienen el poder: profesores, padres y jefes, no es necesario obedecerles sin meditar internamente si estamos de acuerdo con ellos o no; tenemos algo dentro del cráneo, habrá que usarlo ¿no? En otras palabras, considero que en un mundo ideal nuestro criterio y nuestro espíritu crítico no deberían flaquear frente a las presiones externas y deberíamos actuar siguiendo estas convicciones. Desafortunadamente, en mi opinión, el miedo a las consecuencias o al qué dirán muchas veces nos hace enmudecer cuando deberíamos dar un paso al frente y exponer nuestra opinión sin temor alguno.
Ante todo, siempre hemos de pensar: pensar para que no nos manipulen, pensar para no ser Lefous o señores Smee, pensar para vislumbrar si estamos de acuerdo con lo que otros quieren que hagamos, pensar para que no nos laven el cerebro, pensar para no obedecer como máquinas a todo lo que nos diga la autoridad… pensar para ser libres.

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